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El m�todo de Descartes confluye en el imperativo de "no omitir nada" en el proceso del discurso. Este debe ser completo y general. Solo as� llegamos a un conocimiento irrebatible en el tiempo, y certero.

03 Julio de 2024 15.14

Retomemos a R. Descartes con el t�tulo completo de su emblem�tica obra, El Discurso del m�todo para dirigir bien la raz�n y buscar la verdad en las ciencias�. En conjunto con el resto de su producci�n intelectual, y en particular con Meditaciones metaf�sicas, es el punto de inflexi�n del escolasticismo hacia la filosof�a moderna. Parte de la convicci�n de que hasta su �poca las materias estudiadas dejaban de sustentarse en la �raz�n�; tampoco les interesaba encontrar �la verdad�. De hecho, nos hallamos con lo que alg�n autor denomina �giro epistemol�gico�, queriendo significar una nueva aproximaci�n �m�s cient�fica� para abordar el conocimiento, llamado a ser racional.

Seg�n el franc�s, la raz�n es la facultad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. En un �nimo condescendiente, mas no acomodaticio, afirma que tal aptitud la tenemos todos los seres humanos. Sin embargo, la �raz�n� demanda de una �moral provisional� que permita guiar nuestros actos y no extraviarlos en la b�squeda de la verdad. Se remite a tres enunciados de orden �tico-filos�fico, a saber (a)�obedecer las leyes y las costumbres, generadoras armon�a social; (b)�conducirnos firme y decididamente, en forma directa sin mutar por razones d�biles; y, (c)�admitir las verdades encontradas y los hechos inevitables, es decir, no pretender que se adapten a nuestras conveniencias. Todo esto en aplicaci�n del �m�todo�, a ser expuesto adelante.

En la �duda� radica la base de la sabidur�a, lo que entra�a una lecci�n de vida de validez intemporal. Asevera Descartes que al encontrarse �embarazado de dudas y errores� lleg� a descubrir su ignorancia… dice, no por ense�anzas de la escuela – que en su caso, recordemos, era la jesuita – pero fuera de ella. Las vivencias y c�mo las enfrentamos son fuente inagotable de ilustraci�n; es lo que denomina �el gran libro del mundo�. Quienes �dan preceptos�, sostiene, deben ser m�s h�biles que sus receptores. �Cu�nta l�gica! En el mundo deambulan seres que, colmados de atrevimiento, opinan y aleccionan sobre temas y materias muy distantes de sus saberes. Son los portadores de palabras in�tiles y repartidores de mensajes inservibles. De ellos hay demasiados en las redes sociales.

Se habla entre los estudiosos del fil�sofo de un �sentido com�n cartesiano�. Para nosotros arranca tanto de la inteligencia formal igualitaria, como de la raz�n de que potencialmente gozamos todos. No obstante, la diferencia est� en la aplicaci�n met�dica que hagamos de ellas, lo cual obliga a estudiarnos a nosotros mismos.

En su Discurso propone cuatro pautas procedimentales para lograr el �conocimiento verdadero�, que dan origen al �m�todo cartesiano�. Inicia con una aproximaci�n a las tres ciencias que sustentaban el discernimiento de su �poca. La filosof�a que ense�aba l�gica silog�stica, es decir formal. La geometr�a, apoyada en figuras que Descartes la considera no apropiada para el raciocinio per-se, pero s� adecuada en torno a la extensa sustancia cartesiana infinita que se proyecta al mundo. Y el �lgebra, estimada como abstracci�n. Toma lo bueno de las tres y desarrolla su propuesta met�dica. La genialidad del fil�sofo la identificamos en su capacidad de adentrarse en la metaf�sica sin des-observar a la ciencia como algo comprobable.

La primera pauta se resume en nunca aceptar como verdadera cosa alguna sobre la cual dejemos de tener evidencia. Obliga al ser humano tanto a evitar precipitaciones como a prevenir… para abstenernos de prejuzgar. As�, la �realidad est� llamada a ser racionalmente clara e inteligible de manera perfecta�. La mayor violaci�n de esta premisa la comete quien lejos de atenerse a los acontecimientos ciertos, act�a en funci�n de sus convicciones contradichas por los hechos.

El segundo paso impone al individuo la necesidad de �descomponer las dificultades�. O sea, dividir los hechos a efectos de que el examen permita tornar sencillo a lo complejo, y siempre en forma ordenada. Es la base anal�tica que sustentada en la verdad habilitar� comprender aquello que deseamos entender.

Llegamos entonces a la tercera regla: ir de lo f�cil a lo compuesto… ascender de a poco, lentamente. Nunca partir de lo dif�cil. Aqu� se aprecia el �peso matem�tico� en la formaci�n de Descartes. Lo contrario entra�a el riesgo de errar en la s�ntesis. Como puede apreciarse, el �problema� no es de �inteligencia� pero de simple l�gica, de l�gica cartesiana.

Por �ltimo, el m�todo de Descartes confluye en el imperativo de �no omitir nada� en el proceso del discurso. Este debe ser completo y general. Solo as� llegamos a un conocimiento irrebatible en el tiempo, y certero. En el mundo matem�tico, equivale a la comprobaci�n, resumida en �lo que queda demostrado (LQQD)�. (O)

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